jueves, abril 27

El caballo triste

Tabi yakusha (Actores itinerantes), Mikio Naruse, 1940

 

Contémplese la siguiente escena de Tabi yakusha: en una compañía itinerante de teatro Kabuki, dos actores son los encargados de dar vida al personaje del caballo. El primero, con suma experiencia, interpreta las patas delanteras y la cabeza, el segundo, con apenas dos años en el oficio, tiene la responsabilidad de las patas traseras. La seriedad con que afrontan la tarea es motivo de burlas entre propios y extraños. Haciendo oídos sordos y siempre defendiendo la excelencia de su oficio con hechos, la pareja de intérpretes pasa las horas observando y estudiando el comportamiento de los caballos (dando cuenta incluso de cuando éstos derraman lágrimas de tristeza). De pronto, le informan a los actores que serán sustituidos en la obra por un caballo de verdad y ellos pegan el grito en el cielo, pues, aunque han tratado con el mayor ahínco de imitar al caballo a un nivel matemático, están convencidos de que el animal real, que encarna la condición máxima de precisión posible respecto de sí, no puede recrearse en el papel con mejores resultados que los suyos. La base del modelo que practican estos dos hombres es que sólo es posible actuar lo que no se es. Toda actividad artística conlleva un tránsito entre el punto A y el punto B: entre el hombre común y el actor, entre la vida y el escenario, o bien, entre el ser y el hacer. Para fines prácticos, se requiere del efecto de la distancia.

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